Bill Gates: “Internet no salvará el mundo”

El magnate relativiza el poder de la innovación para mejorar la sociedad.

“Internet no salvará el mundo; en cambio, la erradicación de enfermedades sí podría salvarlo”, asegura el cofundador de Microsoft, que se desmarca de las opiniones de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, y de otros importantes ejecutivos de Silicon Valley.

En su opinión, las tecnologías no pueden resolver los problemas como la propagación de enfermedades, la pobreza en el mundo y la falta de oportunidades y la desesperación que generan. “Soy un apasionado del mundo tecnológico, pero, cuando se trata de mejorar la calidad de vida, hay que abordar asuntos como la supervivencia de los más pequeños y la nutrición infantil”.

En este momento, parece que las grandes fortunas de Sillicon Valley tienen una idea de cómo la tecnología puede hacer del mundo un lugar mejor. Parte fundamental de esta idea es que Internet es un motor capaz de impulsar mejoras sociales y económicas: esa conexión ya es, de por sí, un beneficio. Esta visión es la que llevó a Zuckerberg a diseñar un plan para conectar a Internet a los 5.000 millones de personas que todavía permanecían ajenas al mundo tecnológico, iniciativa que el fundador de Facebook calificó como “uno de los mayores desafíos de nuestra generación”.

Prioridades

A la pregunta de si conectar al planeta a Internet es más importante que encontrar una vacuna contra la malaria, el cofundador de Microsoft no oculta su enfado: “¿Una prioridad? Más bien es un chiste”.

Gates recurre al tono sarcástico que utiliza en ocasiones para añadir: “Si hay gente que cree que la conexión es lo más importante, fantástico, pero no es mi caso”.

A sus 58 años, el presidente de Microsoft no ha perdido la pasión intelectual que siempre le ha caracterizado. El hombre que dejó la Universidad de Harvard hace cuatro décadas y construyó el primer imperio de software del mundo es ahora una persona más sosegada que en su juventud.

Aun así, Gates no esconde sus discrepancias con la nueva generación de multimillonarios tecnológicos. Mientras el resto habla del poder de Internet para cambiar el mundo, él insiste en que no cree que vaya a mejorar las vidas de los más pobres.

“La innovación es positiva. La condición humana, dejando de lado el bioterrorismo, está mejorando gracias a la innovación. Sin embargo, no mejora la vida de los que más lo necesitan”, asegura.

Estas ideas son las que llevaron a Gates a invertir no sólo su fortuna, sino casi todo su tiempo, en obras benéficas. A diferencia de otros multimillonarios, para el magnate, la labor filantrópica es casi un imperativo.

Reflexión ética

La decisión de dedicarse a causas como intentar reducir la mortalidad infantil en los países pobres o mejorar la educación en EEUU fue resultado de muchas reflexiones éticas, recuerda.

En referencia a la idea propuesta en su día por el gestor de hedge fund Paul Singer, se pregunta por qué hay personas que donan su dinero para la ampliación de un museo en lugar de dedicarlo a erradicar enfermedades que pueden provocar ceguera, por ejemplo.

Con su fortuna, Gates seguramente sea la persona más capacitada del planeta para mejorar las vidas de muchas personas. La Fundación Bill & Melinda Gates, que creó junto a su mujer en 1997 y a la que dedica su tiempo desde que hace cinco años dejara Microsoft, dona casi 4.000 millones de dólares al año. Buena parte de ese dinero se destina a causas tan nobles como la lucha contra la pobreza, a buscar una vacuna para la malaria o a evitar la propagación de numerosas enfermedades infecciosas. Esta cantidad es casi la mitad de lo que el Gobierno de EEUU gastó en iniciativas relacionadas con la sanidad en 2012.

En muchos aspectos, Gates llegó a ser el ejemplo perfecto de empresario exitoso que creó una industria gracias a su dinamismo y a su visión de futuro. Sin embargo, para la nueva generación de visionarios del sector tecnológico, su carrera ya no tiene el atractivo del que gozó en su día, aunque nadie duda de que pasará a la historia por su labor.

Entre sus detractores está Peter Diamandis, fundador de XPrize, una organización sin ánimo de lucro que promueve la competitividad en innovación.

En pleno boom de Microsoft, la forma en la que empresa utilizó su monopolio en el sector de los ordenadores para sacar el máximo partido de sus beneficios le granjeó odio y admiración de sus competidores a partes iguales.

Ahora, en un momento en el que la industria de los ordenadores ha ido perdiendo fuerza, el liderazgo y la dirección de la compañía se están cuestionando, aunque Microsoft sigue siendo la tercera mayor empresa del sector tecnológico por valor bursátil sólo por detrás de Apple y Google.

Aunque Gates tiene por costumbre rechazar cualquier pregunta que se le plantee sobre Microsoft, insiste en que, a pesar de los constantes rumores, no va a volver a la compañía para intentar darle un nuevo impulso, como hizo Steve Jobs con Apple.

También reconoce que ya está dedicando mucho más tiempo a la empresa que la jornada a la semana a la que se comprometió tras abandonar su puesto para dedicarse casi de forma íntegra a la Fundación.

A las declaraciones de Diamandis en las que asegura que se puede hacer mucho más construyendo nuevas industrias que a través de donaciones, Gates responde que “las industrias sólo tienen valor cuando sirven para cubrir las necesidades de los seres humanos. Yo nunca he tenido la idea de que necesitemos nuevas industrias. Creo que necesitamos evitar que los niños mueran o que la gente tenga la oportunidad de recibir una buena educación”, asegura.

Más que dinero

Hace falta mucho más que dinero para librar al mundo de enfermedades como la polio, aunque el dinero, sin duda, ayuda. También se necesita un pensamiento ambicioso, experiencia organizativa y capacidad para aportar nuevas ideas. Éste es el tipo de cosas que contribuyen al éxito de una empresa tecnológica. En esta ocasión, Bill Gates consejero delegado ha cedido el protagonismo al Bill Gates diplomático.

Cuando hace cinco años la Fundación Gates convirtió la erradicación de la polio en una prioridad, las iniciativas contra la lucha de la enfermedad habían caído en saco roto.

Más de una década de progresos había dado paso a una situación de estancamiento, dado que la investigación destinada a encontrar una vacuna en los países afectados por la enfermedad no conseguía avanzar lo necesario para erradicarla.

Las organizaciones implicadas en la causa, como el Rotary International, que comenzó la lucha contra la polio en 1985, “pensaban que iban camino de erradicar la enfermedad, pero en realidad no era así”, explica Gates. “La idea de que, si seguíamos por el mismo camino llegaríamos a buen puerto, era equivocada. Había que luchar contra eso porque así no llegábamos a ninguna parte. Seguramente habría sido mejor desistir que seguir haciendo las cosas como hasta entonces. Pero el resultado habría sido desastroso”.

Ímpetu

Gates parece entusiasmarse ante los proyectos más desafiantes, aplicando una generosa dosis de ideas ambiciosas. Fue este mismo ímpetu el que le llevó a implicarse en iniciativas de carácter filantrópico y a invertir su fortuna en encontrar soluciones a los grandes problemas en lugar de realizar donativos de vez en cuando que no habrían aportado ninguna diferencia.

Mientras las fundaciones creadas por empresarios como Howard Hughes y el magnate del sector farmacéutico Sir Henry Wellcome siguen destacando décadas después de la desaparición de sus fundadores, la Fundación Gates está programada para repartir toda su riqueza y concluir su labor veinte años después del fallecimiento de sus fundadores.

El hecho de que el matrimonio Gates haya dedicado su fortuna personal y su fama para intentar erradicar enfermedades también ha sido objeto de numerosas críticas, en las que se acusaba a Gates y a su mujer de vanidosos.

Sin embargo, su noble objetivo de erradicar una enfermedad, en este caso la polio, sólo ha ocurrido en una ocasión en la historia, cuando la Organización Mundial de la Salud declaró en 1980 que la viruela se había eliminado.

Mediante su contribución para financiar y organizar una segunda erradicación, la Fundación Gates se convertirá en la organización privada sin ánimo de lucro más importante a nivel global, además de sentar las bases para avanzar en la lucha contra enfermedades como la malaria.

Gates se considera una persona optimista, aunque reconoce que la lucha con el Gobierno de EEUU ha puesto a prueba en numerosas ocasiones su convicción de que las cosas al final siempre acaban saliendo bien.

El empresario no oculta su descontento, asegurando que “cuanto más de cerca se ve cómo funciona todo, más se sorprende uno. A veces, estos tipos ni siquiera saben el presupuesto con el que cuentan y uno se plantea si realmente son capaces de gestionar de forma adecuada asuntos tan complejos como el sistema sanitario”.

Comparada con la gestión del sistema sanitario de EEUU, la de la Fundación es, en opinión de Gates, mucho más transparente. Su labor implica mantener buenas relaciones con la clase política recurriendo a su diplomacia y a su capacidad de persuasión. Con más de mil empleados repartidos por todo el mundo y su objetivo de resolver los problemas que asume como desafíos, la Fundación hace mucho más que aportar dinero.

La condición humana está mejorando gracias a la innovación, pero no mejora la vida de los que más lo necesitan”

A veces me pregunto si los gobiernos son capaces de gestionar asuntos tan complejos como la sanidad”

Es un chiste pensar que conectar el Universo a Internet es más importante que una vacuna contra la malaria”

Soy un apasionado de la tecnología, pero para mejorar la calidad de vida hay que hablar de temas como la nutrición infantil”

Las industrias solo tienen auténtico valor cuando contribuyen a cubrir las necesidades de las personas”