Pagar el pacto

Ayer se inició el camino hacia la concreción del gran momento político abierto tras las elecciones: el momento del pacto. Conviene recordar que, en los pactos políticos, los que pagan no son los que pactan.

El sentimiento comunitario es el fundamento de la democracia y del aprecio con el que solemos saludar los acuerdos de nuestros representantes. La reflexión tras la emoción invita a recelar de dichos consensos, porque dichos representantes pactan conforme a sus intereses, que pueden diferir de los de sus súbditos.

Volvamos la vista atrás para ilustrar esta antigua asimetría que desde Condorcet hasta Arrow, Buchanan, y más acá, ha atribulado a los pensadores que se han afanado en desentrañar los vericuetos de la elección colectiva. Los ejemplos contradictorios y paradójicos de esta realidad democrática son abundantes y desasosegantes. Sólo pondré dos, de diferentes momentos y circunstancias, para ilustrar esta aporía.

El Pacto de Toledo, ampliamente secundado por las fuerzas políticas, no resolvió el problema de la Seguridad Social y constituyó esencialmente un acuerdo para no contarles a los españoles la verdad sobre un sistema de pensiones públicas que les fue impuesto. Se trató de un pacto de silencio, como lo llamó hace muchos años Rafael Termes, a quien recordamos sus amigos el pasado lunes en un emotivo acto en el (en su) IESE en Madrid.

Los Pactos de la Moncloa, quizá la confluencia política más celebrada de nuestra democracia, y que reflejaron el indudable aplauso de los españoles a la transición, significaron también el comienzo de una impresionante subida de la presión fiscal, algo que no hay ninguna manera de probar que la mayoría de los españoles habría preferido que sucediera. Entre paréntesis, uno de los episodios más interesantes, y menos conocidos popularmente, de la historia de nuestra Hacienda Pública fue cuando los mismos autores de la reforma fiscal de la democracia se la presentaron unos años antes a Franco, y el dictador…la rechazó. El realismo invita, por tanto, a no celebrar los pactos políticos per se. No pactan los que pagan, y los que pactan descargan el precio de su consenso sobre el conjunto de los ciudadanos.

Ese conjunto, como se esperaba, sentenció ayer el fin del bipartidismo, aunque no tanto, y desde luego no ha sentenciado el fin de la división convencional entre izquierdas y derechas, división habitualmente hipertrofiada como si significara realmente una separación radical que no existe. Hemos visto en años recientes cómo la izquierda subía los impuestos para preservar el Estado de bienestar, y la derecha hacía exactamente lo mismo por exactamente la misma razón.

Con la cantidad de votos y escaños que han obtenido PP y PSOE podemos concluir que la muerte del bipartidismo, como decía Mark Twain de la suya propia, ha sido en realidad una noticia bastante exagerada. Sin embargo, la democracia es así: resulta que si no se obtiene la mayoría absoluta el escenario que se abre incorpora unos nuevos actores cuyo porcentaje de votos puede ser crucial, aunque sea minoritario.

Mientras el PP reflexiona, aunque es mucho pedir, sobre lo que sucede cuando uno se pasa cuatro años abofeteando a sus propios electores, y con la alegría distante que suscita el debilitamiento del populismo al otro lado del mar, hoy empezamos a conjeturar el futuro político de los pactos posibles, o del pacto posible entre las fuerzas de izquierdas. En realidad, será algo similar a lo que habría sucedido si Ciudadanos y PP hubiesen logrado un resultado mejor.

Lo que va a pasar es que los que juraron que jamás pactarían con X e Y van a intentar pactar, mire usted por dónde, con X e Y.

Pedro Sánchez, que fue un destacado hombre de Estado que juró que jamás pactaría con los populistas, ya pactó con los populistas en importantes ciudades de nuestro país. Nada impide predecir que continuará incumpliendo su compromiso. No cabe descartar que gobiernen aquellos que cuando ven una libertad gritan, y cuando ven un mercado lloran.

¿Pagar el pacto? Desde luego, como siempre, los ciudadanos. Y ahora, a ver qué pasa. Que Dios nos ayude. Apuesto por el pacto de los montes.