Redistribución y pobreza

La noción de que la redistribución de la renta para aliviar la pobreza puede tener efectos contraproducentes es antigua. Los economistas clásicos la debatieron en torno a la reforma de la Ley de Pobres de 1832, y subrayaron el llamado “principio de la menor elegibilidad”; a saber, las ayudas no debían estar tan cerca del salario como para desanimar la búsqueda de empleo.

La práctica ha ido por otro lado. Mientras se insiste en el peligro de la “cultura del subsidio”, cada vez hay más subsidios; con las consecuencias desincentivadoras conocidas. Lo mismo sucede con las intervenciones en el mercado laboral, desde el salario mínimo hasta el coste de contratar y despedir: se reconocen sus efectos negativos, pero se hace poco. La explicación no pasa por la microeconomía, sino por la lógica de la elección pública: a los Estados les convienen dichas intervenciones porque los legitiman a ellos y consolidan su poder, aunque sean perjudiciales para sus súbditos.

Michael Tanner y Charles Hughes, del Instituto Cato, analizan la evidencia más reciente (“The Work versus Welfare Trade-off: Europe”; http://goo.gl/QGLmqA) y advierten de que las prestaciones por desempleo en seis países de la UE superan los 15.000 euros por año y en otros seis superan los 20.000 euros. En Dinamarca casi llegan a 32.000 euros. En nueve naciones el subsidio de paro es mayor que el salario mínimo del país; en once supera el 50% de la renta neta de una persona que gana el salario medio en ese país y en seis países supera el 60 % de esa renta. En Austria, Croacia y Dinamarca, el tipo impositivo marginal efectivo para alguien que deja de cobrar el paro y pasa a cobrar el salario medio es del 100%: es decir, a nadie le conviene trabajar estando en el paro, porque no ganaría nada con el cambio. Y en otros dieciséis países el tipo marginal es superior al 50%.

Lo asombroso, especialmente para quienes cultivan la fantasía de que Estados Unidos es un paradigma del liberalismo, es que la situación estadounidense es bastante parecida. Sus prestaciones, dicen Tanner y Hughes, son más generosas que las de Francia, y apenas menos generosas que las de Suecia. Hay 35 estados de EEUU que ofrecen prestaciones superiores a las europeas.

Mientras se extiende el consenso sobre el efecto desincentivador de la combinación de prestaciones y tasas impositivas marginales efectivas elevadas, ningún político de ningún partido propone reducir el Estado de bienestar, cuya redistribución, supuesta garantía para reducir la pobreza, en verdad la promueve, porque en todas partes los pobres suelen ser personas sin empleo. En EEUU sólo el 2,7% de los trabajadores a tiempo completo y el 15,8% de quienes tiene un empleo a tiempo parcial son pobres.