Libertad política y económica

Hace algún tiempo apareció The Human Freedom Index. A Global Measurement of Personal, Civil, and Economic Freedom, elaborado por Ian Vásquez y Tanja Porcnik, del Cato Institute de EEUU y del Visio Institute de Eslovenia, respectivamente. Los diez países más libres son de mayor a menor: Hong Kong, Suiza, Finlandia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Canadá, Australia, Irlanda, Reino Unido y Suecia. Y los diez últimos de la lista son: Chad, Venezuela, Etiopía, Argelia, República Centroafricana, Yemen, Zimbabue, Myanmar, República Democrática del Congo e Irán. España está en el número 37, entre Chipre y Hungría.

Comparando los primeros y últimos lugares, se observa que los países libres tienden a ser democráticos, y los no libres, a no serlo. Los autores destacan una correlación de 0,82 entre libertad y democracia. Esto parece ratificar la vieja idea liberal de que la libertad es una, de que no hay oposición entre libertades económicas y políticas, y de que la buena sociedad, la comunidad de mujeres y hombres libres, no sólo es buena porque es libre, sino que además es próspera.

El problema, como el demonio, está en los detalles, y algunos son inquietantes. El Human Freedom Index combina las medidas de libertad económica del índice Economic Freedom of the World, del Fraser Institute, con indicadores de libertades personales. Agrupan estas últimas en dos categorías: protección legal y seguridad, por un lado, y libertades personales concretas por otro. En la primera categoría entran el funcionamiento de la justicia, la tasa de homicidios o actos terroristas, la violencia contra las mujeres, etc. En la segunda figuran la libertad de movimientos, la religiosa, de asociación, de expresión, etc.

Desequilibrio

Se elabora para cada país un índice de estas libertades personales y después se le añade el de libertades económicas, y se llega al índice de libertad. La comparación de los dos primeros índices es reveladora: así como en el mundo el índice de libertad media es de 6,96 (de un mínimo de 0 a un máximo de 10), esa cifra resulta del promedio de un índice mundial de libertad personal (7,08) que es superior al de la libertad económica (6,85). Más aún, en los países ricos la diferencia es mucho mayor que entre los pobres. En Dinamarca la libertad personal es de 9,58, pero la económica de 7,84. En Suecia las cifras son de 9,53 y de 7,47, respectivamente, y son países con amplia libertad de mercado, con lo que obviamente la menor libertad económica se debe a los impuestos. Para España, las cifras son de 8,57 y de 7,29.

Da la incómoda sensación de que el Estado maximiza su poder sobre la base de diferenciar entre libertades: nos da una mayor libertad política y civil mientras nos arrebata una proporción creciente de nuestros recursos; usurpación que, lógicamente, no podrá ser motivo de queja fundada. ¿O no es acaso el Estado democrático el reflejo fiel de lo que la sociedad demanda?