Clásicos

Desde que leí la utilidad de lo inútil, ensayo de Nuccio Ordine, profesor de literatura italiana en la Universidad de Calabria, éste goza de mi confianza como lector. Estos días navideños he disfrutado Clásicos para la vida, una recopilación personal de algunos escritores intemporales, universales, que han dejado su huella en la forma de entender la vida, la literatura, la cultura, la educación, del referido pensador italiano. En su paseo literario con algunos de los grandes arranca con una cita de Jorge Luis Borges que viene muy a cuento: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. En gran manera los libros que pueblan nuestra biblioteca, que hemos engullido, pensado, sentido, dicen mucho de cada uno de nosotros. Con algunos de esos maestros del lenguaje llegamos casi a entablar una misteriosa y agradecida amistad.

Apoyándose en George Steiner y en el gran poeta ruso Pushkin, Ordine subraya la diferencia que existe entre el escritor y el crítico de su trabajo. “El verdadero crítico no debería olvidar nunca que su papel debe ser el de un cartero. Éste existe porque hay alguien que escribe cartas; de igual manera, la crítica existe porque hay alguien que produce obras. Y, como el cartero, el crítico debería ponerse, de la manera más discreta, al servicio de las obras, escucharlas, protegerlas, dejarlas hablar, ayudar a que lleguen a sus destinatarios. “Y comentarlas con ecuanimidad, independencia, honestidad, en lugar de ser su estilo la expresión de una frustración personal. Mejor ser criticado que criticar”.

Uno de los textos elegidos es Memorias de Adriano, un relato autobiográfico del emperador Adriano, de Marguerite Yourcenar. Citando literalmente a Adriano –“fundar bibliotecas equivalía a construir graneros públicos, amasar reservas para un invierno del espíritu que, a juzgar por ciertas señales y a pesar mío, veo venir”– se reafirma en la razón de ser de Clásicos para la vida. Leer se antoja vital para desarrollar ciudadanos cultos, libres, responsables, para protegerse del pensamiento único.

Pensando en los desafíos de la globalización, en los problemas y oportunidades de una economía digital, la novela Los Buddenbrook. Decadencia de una familia, de Thomas Mann es oportunamente traída a colación. En la celebración del centenario de una empresa familiar, en un momento económico difícil, el protagonista lee la máxima que había inspirado las decisiones del abuelo y del padre. “Hijo mío, atiende con placer tus negocios durante el día, pero emprende solo los que te permitan dormir tranquilo durante la noche”. La crisis hubiera sido de menor gravedad y calado, el populismo no se hubiera venido arriba ufano y agresivo, la democracia no sufriría un serio déficit de credibilidad, la globalización no sería el demonio para tantas personas que se quedan fuera si muchos directivos, empresarios, políticos hubieran seguido consejo tan prudente y sabio. No existe mejor almohada que una conciencia en paz.

Pensando en las relaciones de poder, en las obligaciones de un buen gobernante, en las tareas de un liderazgo inspirador capaz de sacar lo mejor de cada ciudadano, comparto con usted una cita del Quijote. Entre los diferentes libros que estoy leyendo, la edición de nuestro gran clásico, puesto en castellano actual por Andrés Trapiello, es un encuentro inolvidable. En la segunda parte, ya en la recta final, el capítulo LIII se detiene en el fin del gobierno de Sancho Panza de la ínsula Barataria. “Desde que os dejé, habla de su asno, y me subí a las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil afanes y cuatro mil desasosiegos... Abrir camino, señores míos, y dejarme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quieran acometerlas”. Una delicia leer el ejercicio de sencillez y sentido común de Sancho Panza. El Quijote es inabarcable, siempre nuevo y sorprendente. “Vuestras mercedes se queden con Dios… desnudo nací, desnudo me hallo: quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo”. ¿Cuántos pueden decir verdad como Sancho? ¿Cuántos se van de los puestos como llegaron? ¿A cuántos les cambió el poder, el dinero, la ambición desmedida? ¿Quién conserva la libertad interior para no salir de su carril y caminar recto y decidido? En compañía de los Clásicos intento renovar mi energía para enfrentarme al año nuevo. ¡Feliz 2018!