Un maestro de la dirección

Pensando en todos aquellos profesionales que intentan transformar un grupo humano en un equipo cohesionado, la dirección de orquesta es una fuente rica en aprendizajes e intuiciones. Por eso, hace años me interesé por la trayectoria artística de Jesús López Cobos. Entre otros desempeños, destaca su labor al frente de la Opera de Berlín durante un periodo fecundo de 10 años. Impresionado por la noticia de su fallecimiento en Berlín hace una semana, rescato del caso escrito para el IESE algunas ideas. Amante de las Humanidades, profesor de Filosofía y Letras en el Ramiro de Maeztu de Madrid, hombre culto, viajado, dialogante, guardo de nuestros encuentros un recuerdo imborrable. Primer mensaje, una educación temprana para la música. “Hay que dar la oportunidad a los niños de escuchar música porque todo en esta vida es una cuestión de sensibilidad y ésta se puede cultivar”. Él la mamó en casa desde pequeño y el resultado está a la vista de todos. Quería seguir su pasión, la música, pero el padre, prudente, frenaba sus impulsos. “Jesús, los músicos en España se mueren de hambre, no dejes nunca la Universidad”. Le hizo caso, hasta acabó dando clases, pero su voz interior acabó imponiéndose. En un viaje a Italia conoció al profesor Ferrara. Pregunta directa, personal, al maestro: “Tengo que tomar una decisión. Solo quiero preguntarle si cree que tengo talento”. Respuesta: “Creo que sí. No te puedo asegurar que puedas hacer carrera, pero pienso que vale la pena”. Más que suficiente, el resto de esa apuesta tendría que venir de su empeño y constancia.

Demasiadas personas con talento y una buena actitud no progresan porque nadie repara en ellos. Necesitan golpes de suerte, momentos donde el camino se ensancha y se vislumbra un horizonte más despejado. A veces en nuestra vida pasan trenes que no podemos desperdiciar. En 1968 trabajaba con un director suizo, Peter Maag. Lo conoció en un curso en Siena. A finales de 1969 dirigía La Flauta Mágica en La Fenicce de Venecia. Maag cayó enfermo. En lugar de cancelar apostó por su ayudante, un desconocido López Cobos. “Mi asistente puede dirigir, yo sé que él lo puede hacer”. La función salió muy bien. Un antes y un después. Tenía entonces 29 años. “Todo el mundo quería echarme una mano, nunca olvidaré ese momento”. Brindar oportunidades es una de las obligaciones más importantes de un buen directivo. Sobre las claves de su trabajo, sobre el estilo de dirección, López Cobos destila sentido común. “El director no produce ninguna música, lo hacen los demás. Recordar esta obviedad es crítico… La labor nuestra es que cada músico te dé lo mejor de sí mismo y que no sienta que se lo estás imponiendo. Ha de percibir tu estilo como una invitación, una sugerencia, una oportunidad de aprendizaje. De esta manera se puede liberar todo su talento sin que se sienta manipulado. La dirección de orquesta exige llegar al misterio de cada uno de ellos, no hay nada estándar ni preestablecido”. Reflexión perfectamente extrapolable a otras actividades y carreras. Sobre la gestión de egos, toro difícil de manejar, alguien como López Cobos está investido de una autoridad especial. “Los grandes divos son la gente más humilde y curiosa. El divo de verdad sabe que nunca ha llegado a hacerlo bien del todo y que se puede superar. Y, como tiene un talento descomunal, está abierto a las sorpresas, es más abierto y flexible a propuestas que merezca la pena explorar. El falso divo, con un ego inseguro y superficial, tiene difícil remedio. En el fondo, el ego es una defensa que construyen para ocultar sus propias debilidades”. Master class en psicología, dictada desde una tribuna familiarizada con las grandezas y miserias del ser humano.

Interrogado sobre su etapa como director de la Orquesta Nacional, es la única vez que le vi fruncir el ceño. “En los años que estuve en Berlín hubo una alternancia constante entre la CDU y el SPD. El director artístico estuvo 20 años, a ningún partido se le ocurrió quitarlo. En nuestro país no entienden esta filosofía de periodos largos, basados en la confianza y en la comunicación. Es fundamental que el sistema político no se inmiscuya en la cultura, que ésta permanezca independiente”. Mensaje de hondo calado social y cultural, no acaba de cuajar en los mentideros políticos. Animado por un sentido trascendente de la existencia humana, imbuido del espíritu del servicio que imprimía a su trabajo, López Cobos contribuyó a ennoblecer una profesión maravillosa. Un español de Toro (Zamora), distinguido, universal, cosmopolita. Sirvan estas líneas como homenaje sincero y agradecido. Maestro, descanse en paz.