Los bancos de la era digital tendrán que hacer más

La amenaza que suponen las grandes tecnológicas para la banca ha dejado de ser un titular para acercarse al consenso. China es el ejemplo más claro: Tencent y Ant Financial han acaparado enormes partes del mercado de los pagos, y se avecina más competencia.

Algunos inversores están infravalorando los bancos y pagan más de su valor por las acciones de las compañías de fintech (tecnología financiera) que creen que los reemplazarán. El grupo holandés de fintech Adyen saldrá a Bolsa la próxima semana a un precio que lo valoraría en hasta 7.100 millones de euros. En el primer trimestre comunicó un beneficio neto de 24,1 millones. En comparación, BBVA posee una capitalización de mercado de 40.000 millones y un beneficio neto en el primer trimestre de 1.300 millones.

No cabe duda de que la amenaza está ahí. Pero en BBVA llevamos más de una década intentado transformarnos para afrontar los retos de la era digital.

Por el camino, hemos entendido que algunas de las principales fortalezas del banco –seguridad, privacidad y cumplimiento– no son fáciles de replicar y cada vez tienen más importancia, como hemos constatado con las tribulaciones de Facebook. Al tiempo, hemos aprendido a usar la tecnología para mejorar la experiencia del cliente.

Hasta el momento, las grandes tecnológicas han escapado a un control exhaustivo, con la excepción del Reglamento Europeo de Protección de Datos de la Unión Europea, que entró en vigor el mes pasado.

Pero la necesidad de proteger los datos frente a todo tipo de amenazas, desde el terrorismo a la explotación de los clientes, nunca ha sido mayor. Empezamos a entender que los datos son algo esencial que afecta a la competencia, y creo que esto llevará a que se actúe sobre los comportamientos monopolísticos de los grandes grupos de búsquedas y de redes sociales.

Hace falta un nuevo modelo regulatorio, uno que entienda las complejidades de los datos y que equilibre la privacidad, la seguridad y la competencia entre sectores. Cuando desarrollemos uno, se nivelará más el terreno de juego para las entidades de crédito que se han adaptado a lo digital por una parte y las tecnológicas y las empresas de fintech por otra.

Los consumidores apreciarán las ventajas de que sus datos –financieros y no financieros– estén protegidos dentro de un entorno fiable, pero también se beneficiarán de un mercado competitivo y transparente. Las compañías necesitan apreciar esos cambios. Los bancos tienen que aprovechar sus fortalezas y encontrar una forma de evolucionar para, en última instancia, tener una mayor relevancia e implicación en las vidas de las personas.

Las grandes tecnológicas tienen un gran éxito en la construcción de ecosistemas: redes de productos y servicios interconectados y nodos que comparten datos. Crean enormes volúmenes de interacciones cada año. La banca crea menos interacciones, pero suelen tener un mayor valor. Hacer una transacción o comprar un servicio “vale” más que dar un “me gusta” a la foto de un amigo o hacer una búsqueda en Internet.

Algunos bancos que han invertido en plataformas y servicios digitales podrán construir sus propios ecosistemas, partiendo de los servicios financieros y expandiéndose a otras áreas. Con el consentimiento de los clientes, los bancos tienen acceso a valiosos datos que pueden emplearse para ayudar a los clientes a tomar decisiones mejor fundadas sobre sus finanzas. Esto, a su vez, les animará a contratar otros servicios del banco o de un socio.

Esta evolución natural en un mercado transforma el papel del banco en el de un asesor de confianza. Pero sólo funciona si creamos ofertas a medida con los mejores productos y servicios disponibles.

Círculo de confianza

Esto es lo que llamamos el ‘círculo de la confianza’: si los clientes están dispuestos a confiarnos sus datos, podemos usarlos para sugerir inversiones alternativas que ahorren dinero. El intercambio genera confianza, lo que lleva a que se compartan más datos, mejores recomendaciones y ventas de productos y servicios basadas en los datos. Cuanto más nos adaptamos a la era digital, apreciamos con más claridad nuestras oportunidades. Llevamos más de una década preparándonos, cometiendo errores pero también aprendiendo de ellos. Nos preparamos para la batalla que se avecina: sólo hay sitio para un número reducido de proveedores.

Es un cambio paradigmático para la banca pero, al mismo tiempo, también es la evolución de algo que llevamos haciendo muchos años. Se trata de encontrar una nueva forma de ayudar a los clientes a aumentar sus activos, a hacer que su dinero, y ahora sus datos, les ofrezcan un mayor rendimiento.

Durante demasiado tiempo se ha considerado a la banca el eslabón más débil en la batalla por los clientes online. Ahora, no obstante, pienso que tenemos lo necesario para rediseñar la banca y abrir la siguiente fase en la evolución de esta industria.