Educación: cambiar el mundo o compadecernos

Pobre del estudiante que no aventaje a su maestro”, dijo Leonardo da Vinci. Pensemos en generaciones enteras que se queden estancadas. O que no puedan aprovechar el caudal de oportunidades que va a deparar un mundo en profunda transformación. Todos estamos de acuerdo en la crucial necesidad que tenemos en España de un sistema educativo perdurable en el tiempo, que asegure la formación de las nuevas generaciones. Pero el tiempo pasa, pasan los gobiernos y las legislaturas. Pobres de nosotros si no somos capaces de aventajar, siquiera de equipararnos, al mundo que nos rodea.

Una de las primeras decisiones del nuevo Gobierno ha sido asignar a la Educación un Ministerio propio, con mención expresa a la Formación Profesional. Por otro lado, el nuevo Ministerio de Ciencia e Innovación lo es también de Universidades, y el ministro nos deja titulares casi a diario sobre la necesidad de mejorar nuestra educación científica. Son gestos alentadores. Esperemos que no se queden en tales.

Porque necesitamos dar respuesta a demasiadas preguntas. Un estudio reciente de Manpower señala que en España se pueden crear 2,6 millones de puestos de trabajo en los próximos ocho años, pero el 80% tendrá un alto componente tecnológico. Mientras tanto, el 27% de los empleos en nuestro país están sin ocupar, ya que las empresas no encuentran personal formado para las nuevas competencias profesionales que demandan. Sin embargo, la mayoría de los estudiantes –y, sobre todo, las estudiantes– siguen esquivando las carreras y estudios relacionados con las ingenierías y las STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés). Pobres de nosotros si no reaccionamos.

El documento Ideas, elaborado por la Fundación I+E con Deusto Business School, aborda la educación, junto a la innovación, la industria y el empleo como una de las líneas maestras que nos pueden dirigir hacia la consecución de una España avanzada y sostenible. Y llama a la acción. Incide en el proyecto educativo que debemos desarrollar, y subraya, entre otros, tres aspectos fundamentales a desarrollar:

En primer lugar, el fomento de las vocaciones tecnológicas entre los jóvenes. Que se interesen por la ciencia, la investigación y las tecnologías que están cambiando el mundo. En esa labor tienen mucho que aportar los profesores, luego necesitamos empoderar también al personal docente y fortalecerle. Dotarle de herramientas y competencias profesionales, con la posibilidad de evaluarse y actualizarse. Sería, además, un modo de prestigiar la profesión.

En segundo lugar, la potenciación de habilidades para la empleabilidad: desde el trabajo en equipo hasta el desarrollo de la inteligencia emocional, pasando por el pensamiento crítico o la capacidad de resolver conflictos. Se propone, en este sentido, que las universidades aborden la introducción de estas competencias, a fin de responder a la demanda de las empresas.

Y, en tercer lugar, contemplar el concepto de formación continua. Ya no se trata de hacer una carrera o aprender una profesión para ejercerla toda la vida, de “colocarse”, como decían nuestros padres y abuelos. Los tiempos demandan reinventarse, estar preparados para el desarrollo de nuevas aptitudes. Por ello, es fundamental un sistema de orientación profesional desarrollado conjuntamente con el sector empresarial. Valorar seriamente, además de la vertiente universitaria, la formación profesional y, más allá, la Formación 4.0, plenamente dual, alternando teoría y práctica, digitalización y emprendimiento. Y no sólo la FP, también la Universidad debería ser dual. Por otro lado, animemos a las empresas a abrir sus instalaciones para las prácticas de los aprendices de hoy, que serán los trabajadores excelentes del mañana.

También establece el informe, como no podría ser de otra manera, la necesidad de un Pacto de Estado por la Educación. Pero de poco servirá un pacto de mínimos que se resquebraje a la menor desavenencia ideológica. Tampoco convertirla en una herramienta política de cada gobierno autonómico para salir bien en las estadísticas. Lo que necesitamos es un gran acuerdo transversal y global, con el mayor consenso posible, que conciba la educación como un proyecto estratégico de país a largo plazo.

A ese modelo educativo que nos permita tomar ventaja y no compadecernos debemos contribuir todos. Por supuesto, las empresas. Si necesitamos profesionales competentes y cualificados, debemos contribuir a formarlos. Las multinacionales venimos desarrollando proyectos e iniciativas para inculcar las formaciones STEM entre los más jóvenes, incorporar a las niñas al mundo tecnológico, promover programas de FP dual… en definitiva, hacer valer nuestro potencial innovador y de transferencia de conocimiento.

Pero todos necesitamos hacer más y, sobre todo, hacerlo juntos, bien coordinados, con objetivos y plazos bien marcados. Todo ello pasa por tomarnos la Educación decididamente en serio. Decía la admirable Malala Yousafzai que “un niño, un maestro, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo”. Si nos lo creemos, también nosotros, nuestro país, contribuiremos a cambiarlo. Pero debemos aventajar a nuestros maestros, y empezar ya.