Aires de cambio en la banca

Los retos de futuro

Los bancos han realizado una importante limpieza de balances y han mejorado su actividad crediticia, pero tienen grandes desafíos para recuperar la confianza de los inversores.

Ha sido la semana de anuncios de cambios importantes en los dos grandes bancos nacionales con mayor proyección internacional. El martes fue Santander quien dijo que Andrea Orcel sustituirá, el próximo primero de enero, a José Antonio Álvarez como consejero delegado del grupo y que éste será nombrado vicepresidente primero, además de presidente de Santander España, ocupando el puesto que dejará, también en esa fecha, Rodrigo Echenique. Al día siguiente el consejo de BBVA desvelaba que Carlos Torres, actual consejero delegado del banco, sustituirá, también el primer día del próximo año, a Francisco González como presidente de la entidad.

De esta forma los dos grandes bancos recuperaban la costumbre anglosajona, seguida hace muchos años por un par de entidades nacionales, de anunciar con tiempo suficiente los cambios en la cúpula de sus organizaciones. No está claro si se trata de asumir un modelo de comunicación que deja entrever preparación y análisis en los cambios o si se trata de algo episódico relacionado más con las personas que dejan sus cargos que otra cosa.

Comunicación

Porque lo cierto es que hasta ahora Ana Botín llevaba de forma simultánea los cambios organizativos y su anuncio. Lo mismo que Francisco González. Botín cambió al consejero delegado, Javier Marín, al mes de haber sido nombrada ella presidenta del grupo y Francisco González también era expeditivo en este sentido: cesaba a sus consejeros delegados y anunciaba simultáneamente quienes eran sus sustitutos.

Pero con Rodrigo Echenique Ana Botín decidió anunciar en junio que sería en enero cuando su más cercano consejero dejaría sus funciones ejecutivas y la vicepresidencia del banco. Los cambios ahora anunciados se encadenan con aquel.

González parece haber decidido que su marcha merecía la pena ser anunciada con antelación. En el caso de Jaime Caruana, nombrado consejero recientemente, también se anunció con antelación a su toma de posesión, pero tuvo que ver con la etapa de gardening que debía cumplir Caruana tras abandonar la dirección general del BIS.

Pero al margen de estos cambios lo que parece claro es que en este ejercicio los mercados no tienen entre sus preferidos a los bancos europeos y tampoco a los nacionales.

La evolución de su cotización, salvo en el caso de CaixaBank y Bankinter, que se encuentran muy cerca de estar planos respecto al año anterior, muestra un descenso sobre los niveles de cierre de 2017 de relativa importancia.

La razón de este desencuentro entre unas cuentas de resultados relativamente crecientes, según los datos del primer semestre, y una evolución hacia abajo del precio de las acciones de las entidades quizás habría que buscarla en el hecho de que mientras en 2017 las expectativas de recuperación de los resultados se revelaron ciertas, en el ejercicio actual las previsiones de una cercana subida de los tipos de interés, y por lo tanto de recuperación de los márgenes, parecen haberse retrasado hacia un futuro todavía relativamente incierto.

Todo ello unido a que las entidades, aún en una clara progresión de limpieza de sus balances de los activos dañados y con una mejora de su actividad crediticia, no parecen acabar de encarar, salvo excepciones, una evidente salida del panorama en el que han estado sumidas en los últimos ejercicios.

Cada entidad de las que cotizan dentro del Ibex 35 tienen puntos fuertes y retos significativos a superar en el futuro inmediato que les permitan recuperar el favor de los inversores, algo que parecen haber perdido en este ejercicio.

Si durante la crisis la diversificación geográfica jugó a favor de las grandes entidades que habían apostado por la internacionalización de su actividad, en los últimos tiempos los avatares que sacuden a algunas economías emergentes, especialmente Turquía y Argentina, aunque aún no se sabe qué puede pasar con Brasil y México y qué posibilidades hay de que el contagio empiece a extenderse a algunos países asiáticos, apuntan a una influencia negativa sobre los resultados de Santander y BBVA, las dos entidades con un mayor peso internacional.

Fuentes financieras señalan que lo más normal es que los resultados de estas dos entidades estén cubiertos, al menos en parte, mediante operaciones financieras y que incluso su inversión como tal también tenga una razonable cobertura que les permita no sufrir en exceso en sus cuentas. Pero las elevadas devaluaciones del peso argentino y de la lira turca tendrán repercusiones sobre los dos bancos.

Estos dos bancos tienen además otros retos significativos a los que enfrentarse en el futuro inmediato.

BBVA tiene, en los próximos meses, que elegir a un nuevo consejero delegado y ello supondrá, casi con toda seguridad, cambios en terceros niveles de la organización y puede que una cierta ralentización de su actividad de negocio.

Por su parte Santander tiene como reto básico terminar la integración formal y real de Popular dentro de la estructura organizativa de Santander España. La integración legal acaba de concretarse y a partir de aquí debe ponerse en marcha la integración tecnológica, en la que algunos pasos vienen dándose desde hace meses y, sobre todo, el ajuste de oficinas y de la plantilla radicada en las sucursales que, previsiblemente afectará a varios miles de personas.

El reto, puesto por Ana Botín, es conseguir que estos ajustes no supongan pérdidas significativas ni de negocio ni de clientes que estuvieran vinculados a Popular. El nuevo plan estratégico que prepara para los próximos años despejará algunas de las prioridades del grupo. Aunque el organigrama organizativo de Santander está muy diseñado por Ana Botín, es razonable pensar que el nuevo consejero delegado también querrá introducir cambios con los que sentirse más a gusto.

CaixaBank, la entidad presidida por Jordi Gual y en la que Gonzalo Gortázar es su consejero delegado, mantiene una buena senda de recuperación de resultados gracias al impulso del negocio asegurador y del ahorro a medio y largo plazo, que le ha permitido dar por terminada su presencia histórica en Repsol asumiendo un volumen de pérdidas relativamente significativa.

Equilibrio

El banco, con un importante peso del negocio hipotecario en su balance, aún no presenta ritmos crecientes de su stock de créditos lo que limita en parte su generación de resultados. Una vez eliminada la mayor parte de sus activos tóxicos inmobiliarios (igual que han hecho Santander y BBVA), CaixaBank se ha quedado con los pisos que tiene en alquiler. La entidad quiere mantener el difícil equilibrio entre ser el que posee la mayor red física de oficinas al tiempo que sigue innovando en todos los procesos de digitalización de su actividad y prestación de servicios financieros a sus clientes. También CaixaBank redacta en estas semanas un plan de actuación para los próximos tres ejercicios.

Bankia ha aprovechado el primer año en el que no cuenta con las limitaciones que le impuso la Unión Europea para autorizar las ayudas públicas que recibió para volver a impulsar actividades que tenía vetadas. El crédito promotor, la banca corporativa y otras áreas vuelven a estar en el catálogo del banco. Ha culminado, además, la fusión con BMN, lo que le ha permitido volver a tener presencia en zonas geográficas nacionales. A pesar de todo ello los resultados no han acompañado en el primer semestre como se esperaba (es probable que ahora se empiecen a reflejar los ahorros derivados del ajuste de plantilla llevado a cabo por la fusión) y la cotización ha sufrido (aunque menos de lo que lo vienen haciendo los dos grandes bancos) como reflejo de esta situación y del hecho de que el Estado sigue teniendo la mayoría del capital de la entidad.

La privatización sigue siendo la asignatura pendiente, pero no se encuentra el momento adecuado para seguir llevándola a cabo. El Estado no quiere incurrir en excesivas pérdidas por colocar acciones por debajo de su precio de adquisición ya que acabarían contabilizando en el déficit y los inversores potenciales parece que juegan precisamente con la urgencia del Gobierno por cumplir los compromisos firmados.

La realidad es que no hay avances en ese terreno (siempre existe la posibilidad de volver a prorrogar el plazo de salida del Estado) y ello lastra al valor y posiblemente afecte al ánimo del equipo gestor que lleva ya más de seis años en esa tarea.

Sabadell pensaba que este podía ser su año por varios motivos. Alcanzó un acuerdo para vender buena parte de sus activos tóxicos heredados de la CAM, lo que aliviaba sus cuentas de resultados al sacarlos del balance. Pero las conversaciones con el Fondo de Garantía de Depósitos no llegaron a buen puerto antes de la salida del anterior subgobernador del Banco de España y ello ha obligado a retomar las negociaciones de nuevo. Además, la entidad presidida por Josep Oliu, había superado sin excesivos problemas la decisión de cambiar la sede social y fiscal de Sabadell a Alicante y los temores de los clientes afectados se habían disipado. Por último, la actividad internacional debía entrar en una nueva fase: México funciona muy bien y la migración del británico TSB a la nueva plataforma diseñada supondría nuevas capacidades y un importante ahorro de costes. Pero este pronóstico no se ha cumplido y aún se arrastran las consecuencias de los desajustes que provocaron el no poder prestar servicios a los clientes británicos. En lugar de ahorros ha habido mayores costes por las indemnizaciones que se están satisfaciendo y, además, la entidad ha sufrido un coste reputacional difícil de evaluar todavía. Los cambios en TSB no han terminado aún y habrá que ver su evolución. Hay que recordar que la entidad inglesa supone la quinta parte de Sabadell.

Bankinter es la entidad financiera más pequeña de las que forman parte del Ibex 35. Su particular modelo de negocio, centrado en las empresas y los particulares de renta media/alta y alta le ha permitido sortear la crisis con menos dificultades que el conjunto del sector. La combinación de la actividad puramente financiera con la aseguradora de Línea Directa también le ha servido para mantener una senda creciente de resultados y de ganancia de cuota de mercado de manera ininterrumpida. Su tamaño reducido comparativamente hablando y la concentración de su accionariado en una rama de la familia Botín le permite tomar decisiones más rápidamente que el resto y apostar por ello de manera más decidida que los demás. Decidir que el negocio hipotecario volvía a ser interesante tras los primeros síntomas de salida de la crisis, lo mismo que potenciar el crédito al consumo, son algunos ejemplos de estas decisiones que les han permitido adelantarse a los demás. El banco permaneció al margen de los procesos de concentración que tuvieron lugar en España, aunque luego adquirió Barclays Portugal. Y parece que ha cogido gusto a operaciones de este tipo porque acaba de cerrar con Apollo, dueño de EVO Banco, la adquisición de una parte del negocio de la entidad surgida como un apéndice digital de las antiguas cajas de ahorros gallegas.

El reto de Bankinter para el futuro es cómo conseguir volver a adelantarse al resto de entidades en proponer alternativas de negocio a los clientes. Si hace unos años era posible porque los demás bancos estaban reorganizándose o tratando de solucionar sus problemas internos, ahora que buena parte de ellos han desaparecido y todos quieren aumentar su negocio resulta más complejo.