Jornada a la carta: mayor coste salarial y caos en la organización de la empresa

NUEVO CONFLICTO LABORAL/ Las peticiones de jornada a la carta de trabajadores que se están negociando o por las que ya se pleitea van a incrementar los costes salariales y a desbaratar la organización empresarial de turnos y jornadas,

Una empleada que pide trasladarse de Madrid a Asturias y teletrabajar desde allí para cuidar a sus padres; una trabajadora que solicita teletrabajar desde Dubái porque han trasladado a su marido; un panadero que reclama una jornada de 7 a 14 horas en lugar de empezar en el horno de madrugada; una cocinera de un restaurante de Barcelona que plantea cambiar su turno partido de comida y cena por una jornada de 9 a 16 horas; un trabajador que quiere concentrar su actividad laboral en siete meses y tener cinco de vacaciones.... éstas son algunas de las peticiones que están realizando los trabajadores en aplicación de la jornada a la carta, que ha establecido el Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo, de medidas urgentes para garantía de la igualdad.

Algunas de estas peticiones se están negociando bilateralmente entre el trabajador y la empresa; en otras, no se ha llegado a acuerdo y el trabajador ya ha demandado a la empresa dentro de un proceso muy garantista que no admite recurso y en el que ya hay sentencias favorables al trabajador (ver EXPANSIÓN de ayer). Se trata de un tsunami que va a incrementar los costes salariales y a golpear su organización y competitividad, según los abogados a los que ha consultado EXPANSIÓN.

En lo que respecta al incremento de costes salariales, estos expertos cuentan que las empresas van a tener que incentivar los turnos de tarde y de fin de semana que nadie va a querer hacer. En ocasiones, tendrán que hacer más contrataciones para cubrir el sudoku de turnos que se abre. Además, muchas de las peticiones de reducción de jornada por cuidado de hijo menor de 12 años se van a conducir por la jornada a la carta, que a diferencia de las primeras, no supone reducción salarial.

A esto se añade el coste organizativo, que va a implicar que cada empresa deba destinar recursos para dar respuesta a la flexibilidad máxima que se le exige y que, en el caso del teletrabajo, va a suponer un esfuerzo adicional.