Lo bueno nunca muere

Lo verdaderamente novedoso de esta era digital en la que estamos inmersos es la densidad y celeridad del cambio operado. Cuando profundidad y velocidad se juntan, la incertidumbre se apodera del paisaje vital de hombres y mujeres perplejos, la sensación de vértigo se torna familiar y hasta la ansiedad puede cursar su desequilibrante visita. Si refiero esta reflexión introductoria a la empresa moderna, los ciclos de tiempo de nacimiento, desarrollo, declive y muerte de diversos negocios se acortan sensiblemente. Cualquier actividad económica se ve seriamente afectada por la revolución tecnológica. Industria del automóvil, banca, sector hotelero, telecomunicaciones, farmacéuticas, medios de transporte –miren las urgencias del taxi frente a los nuevos actores–... todos están sometidos a procesos irreversibles de transformación. No es casual que la palabra innovación aflore constantemente en la conversación. Uno muy conocido, clave en la arquitectura institucional de una sociedad libre y avanzada, los medios de comunicación, sienten ese embate directo en primera persona. En pocos años hemos pasado de la versión tradicional del periódico impreso, aquel con el que crecí (ajeno para mis hijos), a la edición digital, la única visitada por ellos. Por donde viaja la publicidad –televisión, radio, Internet...– es una de las incógnitas a resolver si se quiere protagonizar el futuro.

Pienso estas cuestiones de supervivencia tras releer un artículo del Financial Times del 12 de junio titulado Surviving Amazon´s onslaught. Firmado por Frederick Studemann, informa de la compra de librerías Waterstones de Barnes&Noble, la cadena de librerías estadounidense, por 683 millones de dólares. Chute de esperanza, un soplo de aire fresco para un sector dramáticamente afectado por el fenómeno Amazon. Por varias razones –lector empedernido, profesor obligado a estudiar, aprender, renovarse, asesor de empresas y profesionales que necesitan estar al día, escritor de varios libros con prestigiosas editoriales, amigo y admirador sincero de alguno de mis editores, un canto al coraje y el emprendimiento, un homenaje a la cultura, al civismo, etc...– es una industria que conozco bien y me resulta especialmente querida y cercana. ¿Cuál era el discurso predominante hace cuatro o cinco años? ¿Qué estado de ánimo prevalecía? El pesimismo se había generalizado, la energía e ilusión de prosperar mientras se entretenía y educaba a la sociedad se evaporaban, consecuencia de la vertiginosa irrupción de Amazon. El cierre de la famosa cadena Borders en 2011 no hizo más que contribuir a la depresión colectiva. ¿Resumen telegráfico de una industria en declive? En la edición y venta de libros, el físico, el clásico de toda la vida iría declinando progresivamente. Tristemente, ha sido el destino de varias editoriales que han desaparecido.

Sin embargo, noticias esperanzadoras despuntan en el horizonte. Contrario a pronósticos que aseguraban su hegemonía aplastante, el libro electrónico parece estancarse, hasta tal punto que la misma Amazon ordena su actividad en los tres formatos –digital, audio y físico–, entrando en competencia directa con las editoriales. En el trasfondo de una tendencia que invita a un prudente optimismo surge la experiencia del cliente.

Experiencia única

Hecho extensible a otros negocios, por ejemplo la venta de ropa –¿qué diferencias o similitudes hay entre el cliente digital y el que va a la tienda y se prueba distintos modelos?– ejerce una influencia indudable en el maravilloso mundo del libro. Recorrer físicamente una librería, perderse entre sus estantes, arrellanarse en un sillón y hojear las páginas de un ejemplar, buscar el consejo del librero... es una experiencia imbatible. Siendo sincero, no soy imparcial. Reconociendo las ventajas del libro electrónico, sobre todo para viajar sin peso excesivo, nada es comparable a la curiosidad despertada por una portada original, elegante, anticipo de una contraportada que anima a seguir husmeando en el papel, a leer en diagonal el prólogo, elegir algunos de los comentarios más auténticos y originales. Una vez realizada la compra, enfrascado en la lectura como un niño con zapatos nuevos, en comunión misteriosa con el escritor, subrayando a lápiz las ideas más fuertes, las intuiciones más geniales, los párrafos más sobrios, el gozo alcanza cimas inasibles para la versión digital. Cuando posteriormente ocupa su lugar estratégico en una librería personal, viva, “desordenada”, el círculo virtuoso se completa... hasta que lleguen nuevas joyas a las que habrá que hacer generosamente un hueco. Las fotos de familiares y amigos harán el resto.

Estando la vacación estival a la vuelta de la esquina, periodo ideal para incrementar las horas de lectura, esta tarde aportaré mi granito de arena para la resurrección de un amigo insustituible, el libro físico con sabor a sabiduría milenaria. Lo eterno, lo viejo, puede estar de moda en un universo digital; feliz paradoja.