OCDE: La debilidad económica se extiende

La revisión de las previsiones de la OCDE para la economía mundial hasta los niveles mínimos en diez años constata la intensidad de la desaceleración en curso. Porque la rebaja de las estimaciones afecta a todas las grandes economías, excepto Japón, debido al incremento de los factores depresores de la actividad económica. Al consabido impacto del proteccionismo comercial derivado de la escalada arancelaria entre China y Estados Unidos, y la amenaza de un Brexit duro que golpearía especialmente a las economías europea y británica, se suma la debilidad de Alemania –a las puertas de la recesión– y el aumento de la tensión geopolítica a raíz del ataque con drones a las instalaciones petrolíferas de Arabia Saudí. Según la organización que integra a las economías más industrializadas del mundo, la pérdida de dinamismo del crecimiento global será de siete décimas este año, hasta el 2,9%, y aunque mejorará ligeramente en 2020, con un incremento del PIB del 3%, el avance será de cuatro décimas menos al esperado hasta ahora. Sin duda, la noticia más inquietante para los intereses europeos es la debilidad agravada de Alemania, que según los cálculos de la OCDE ha perdido un punto de crecimiento cada año desde 2017. Este ejercicio el PIB germano sólo avanzará un 0,5% y el próximo un 0,6%, lo que indica un estancamiento sostenido tras haber caído de nuevo en recesión. El contagio de la debilidad alemana llegará a Francia, Italia (con un crecimiento nulo este año) y, desde luego, España. Sobre nuestro país, además, el organismo que dirige Ángel Gurría pone el acento sobre el factor adicional de incertidumbre que supone la inestabilidad política tras la certificación anticipada del fiasco de la legislatura. Si bien nuestro país ha mantenido en los últimos trimestres un ritmo de crecimiento claramente superior a la media europea y las perspectivas de la mayoría de los analistas son más halagüeñas que para el resto de las grandes potencias de la UE, la prolongación al menos hasta final de año de la parálisis reformista que sufre nuestro país desde 2015 amenaza con agotar la inercia positiva que ha venido impulsando la actividad económica. Este empeoramiento de la coyuntura internacional eleva la importancia de que, tras la repetición forzosa de las elecciones el próximo 10 de noviembre, los grandes partidos, esta vez sí, sean capaces de conformar con rapidez un gobierno estable y con capacidad de aprobar las medidas requeridas para el momento actual.