Una desaceleración que se agrava, pero ausente en campaña

SE MULTIPLICAN LAS ALARMAS/ Pese a que el sorprendente avance del consumo ha logrado apuntalar los datos del PIB del tercer trimestre, cada vez hay más síntomas de una mayor debilidad económica: el mercado laboral da señales de estancamiento, con una muy escasa reducción del paro, la inversión extranjera se desploma, la compra de bienes duraderos cae, la confianza se hunde hasta mínimos de 2014 y tanto las empresas concursadas como los trabajadores afectados por un ERE se disparan.

La repetición electoral tiene lugar en un contexto económico cada vez más complicado, con cada vez más señales que apuntan a un frenazo mucho más intenso de lo anticipado hace unos meses: el mercado laboral pierde fuelle, el PIB arroja señales de agotamiento, el crédito cae, el mercado inmobiliario encuentra sus límites y la industria, el turismo y las exportaciones acusan el descenso de la demanda internacional. Y, en este escenario, la guerra comercial, el Brexit y los conflictos en Cataluña no hacen más que echar gasolina a la hoguera de la desaceleración. Sin embargo, quizá lo más preocupante es que ningún líder político quiere reconocer la gravedad de esta situación, conscientes de que eso implicaría hablar de recortes presupuestarios y reformas para impulsar la productividad que, en muchos casos, no son muy populares.

Una de las mayores señales de frenazo económico se observa en el PIB, que ha reducido su avance del entorno del 0,8% observado hace unos años hasta el 0,4% en el segundo trimestre del año. Y las perspectivas no son nada halagüeñas, ya que no se espera que la economía remonte el vuelo, al contrario. De hecho, el Banco de España apunta a un crecimiento del 1,7% el próximo año, mientras que BBVA Research rebaja esta previsión al 1,6% y Funcas, una décima más, hasta el 1,5%. Y la tendencia es a la baja de cara al futuro, ya que el servicio de estudios de Mapfre habla incluso de un crecimiento de entre el 0% y el 0,2% en los dos últimos trimestres del próximo ejercicio. Y esto supondría un cambio de tendencia fundamental, ya que la economía española dejaría de duplicar el crecimiento de la eurozona y quedaría a la cola del grupo, por detrás de Alemania, Francia e Italia.

También se observan señales negativas en el mercado laboral. La última Encuesta de Población Activa muestra que entre julio y septiembre apenas se generaron 69.400 puestos de trabajo, una cifra que contrasta con los 183.900 empleos del año pasado o los más de 200.000 en cada uno de los dos ejercicios anteriores. Y, lo que es más preocupante, la mitad de este empleo es ya público, lo que significa que las empresas privadas han registrado su peor dato de contratación en los últimos siete años, creando apenas una quinta parte de los puestos de trabajo que en la media de los seis años anteriores. Y la reducción del desempleo es apenas una décima parte respecto al año pasado. Aunque hay que tener en cuenta que buena parte de este frenazo se debe a los malos datos del sector turístico, también la evolución anual se apaga, ya que en el último año se han generado 346.500 empleos, lejos del medio millón de nuevos puestos de trabajo anuales entre 2015 y 2018. Y la tendencia es más negativa, si cabe, en aspectos más concretos como es el caso de los contratos indefinidos, atenazados por el pesimismo empresarial. De hecho, en lo que va de año hasta octubre el número de nuevos contratos fijos ha caído en un 4,8%, el peor dato desde 2013. Asimismo, el número de afectados por un ERE se ha disparado un 40% entre enero y julio, con respecto al mismo periodo del año anterior, aunque la tendencia se ha moderado en agosto, hasta el 25% en el acumulado anual.

Industria

El gran problema es que lo que empezó siendo un frenazo concentrado sobre algunos sectores (industria, exportaciones), debido a la pérdida de dinamismo de la demanda internacional se ha ido contagiando a todo tipo de áreas, incluyendo el consumo, el turismo, la inversión o la construcción, mientras que las primeras siguen lastradas por un escenario internacional muy complicado. Así, las exportaciones apenas crecen un 1,1% en el conjunto del año, llegando a caer un 6,2% en agosto, y la situación tiene visos de mantenerse en el futuro, ya que los mercados de exportación españoles crecerán por debajo de la media mundial por lo menos de aquí a 2021, de acuerdo con las previsiones del Banco de España. Y eso, a su vez, arrastra a la industria, cuya producción retrocedió un 0,3% interanual en el segundo trimestre (la tercera caída consecutiva), aunque posteriormente ha recuperado terreno. Con todo, la cifra de negocios sigue en descenso (cae un 0,6% en agosto) la entrada de pedidos (que se hunde un 1,9% en agosto) apunta a un retroceso todavía mayor en los próximos meses. En la misma línea, la entrada de turistas internacionales ha retrocedido un 1,3% en julio, en tasa interanual, un 0,5% en agosto y un 0,2% en septiembre, mientras que el gasto turístico, que llegó a crecer de forma sostenida a ritmos superiores al 10% anual, se frena ahora al 1,7% en el noveno mes del año.

Y en los últimos meses este golpe se ha ido filtrando a otras áreas de la economía, ya que el freno de la actividad en ciertos sectores ha dañado a su vez la confianza de los empresarios (cae un 2,9% en el cuarto trimestre del año, la peor cifra desde 2012, y el 15,5% de los directivos espera un recorte de plantillas en los próximos tres meses) ha llevado a una menor contratación y a una menor inversión. Hay que tener en cuenta que el número de concursos de acreedores se ha disparado un 33,1% en el tercer trimestre del año, con respecto al año, de acuerdo con la agencia de ráting española Axesor, lo que no supone un buen augurio. También el INE avala este incremento, ya que señala que las empresas concursadas crecerían a un ritmo del 14% anual. Como resultado de este mayor pesimismo, el gasto de capital por parte de las empresas cayó un 1,8% entre abril y junio, mientras que la actividad inmobiliaria ha caído un 1,3% anual (cuando hace apenas un año rondaba un avance del 2%). De hecho, el ladrillo, muestra notables síntomas de desaceleración, ya que al frenazo de las compraventas, con datos negativos en abril y junio –en gran parte debidos a la nueva regulación hipotecaria aunque también a las cada vez menores expectativas de rentabilidad– hay que sumar la reducción de los precios del alquiler, que caen un 3,3% en el tercer trimestre, según Fotocasa, debido a que durante los últimos años estas rentas han crecido por encima de los salarios. Y la inversión inmobiliaria en activos no residenciales en España cerró el tercer trimestre con un volumen de 2.900 millones de euros, lo que representa un retroceso del 23,7% con respecto al mismo periodo de 2018, de acuerdo con la consultora Laborde Marcet. De hecho, la inversión extranjera, en conjunto, se ha desplomado un 81,9% en el segundo trimestre con respecto al ejercicio anterior.

Y la pérdida de confianza también es muy intensa entre los ciudadanos. En este sentido, el Índice de Confianza del Consumidor se sitúa en 73,3 puntos en octubre, marcando el mínimo desde 2014, 29 enteros menos que hace sólo cuatro meses, lo que representa la peor racha desde 2008. Y la cifra de los que prevén que en los próximos seis meses sea todavía más difícil encontrar empleo (el 52,6% de los encuestados) triplica con creces el número de quienes esperan una mejora (16,4%). Esto, a su vez, está repercutiendo en menores niveles de consumo, a pesar de observarse un espejismo en el tercer trimestre, tras estancarse entre abril y junio. Quizá el indicador más clarificador y el que mejor traslada la situación de incertidumbre entre los hogares españoles es el hecho de que el consumo de bienes duraderos (coches, muebles, electrodomésticos), cae a un ritmo del 3,9%, después de llegar a crecer a una velocidad del 10,3% el pasado ejercicio. Y esto es clave, ya que los ciudadanos tienden a reducir la compra de este tipo de productos que se pueden aplazar cuando perciben que las perspectivas para los próximos meses no son buenas. Y eso, a su vez, acaba agravando la desaceleración, provocando lo que se conoce como una profecía autocumplida. Y esto se percibe también en la matriculación de vehículos, que cae a un ritmo del 11,4% anual en el tercer trimestre, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Y también las ventas de las grandes empresas, que hasta ahora aguantaban el tirón, se resienten, con el menor avance en agosto desde el año 2013: un 0,8% interanual.

Déficit

A todo ello se suma el problema del déficit, cuya corrección está siendo muy escasa en este último año, debido a que los ingresos no han crecido tanto como esperaba el Gobierno (en parte por el enfriamiento de la economía, en parte por el aplazamiento de las nuevas figuras tributarias). Así, el Banco de España espera que el ejercicio en curso cierre con un desfase del 2,4% del PIB (14.000 millones por encima del objetivo de déficit) y el próximo año con un agujero del 1,8% del PIB (casi cuatro veces más que lo aprobado por las Cortes y 17.000 millones por encima del objetivo). Es más, el volumen de deuda con respecto al PIB está volviendo a incrementarse y alcanza el 98,9% del PIB. Aunque Sánchez y su equipo en un principio reclamaron este margen para impulsar la economía, lo cierto es que esta política expansiva sólo ha dado un soporte puntual al consumo, pero no ha impedido la ralentización en otras áreas. Sí ha reducido, no obstante el margen de actuación para el futuro, ya que complica la inversión pública o una rebaja de impuestos que pudiera reactivar la economía.

Editorial / Página 2