Una investidura muy cara para España

Si algo ha quedado evidente en la opaca negociación de investidura con los independentistas es que Pedro Sánchez, en su palmaria debilidad, está dispuesto a ceder en lo que haga falta y a pagar el precio necesario para garantizarse que quienes aspiran a destruir España le hagan presidente. El insólito comunicado de la Abogacía del Estado reivindicando ex ante su profesionalidad fue la venda antes de la herida de un pronunciamiento sobre la inmunidad de Junqueras que satisface a ERC a modo del “gesto” exigido para dar luz verde a la investidura. En contra del criterio de la Fiscalía, la Abogacía avala que Junqueras ejerza como eurodiputado hasta su inhabilitación. Si ya es grave la negociación entre un convicto sedicioso y un Gobierno en funciones, y que en ella se haya mercadeado con el desempeño de la Abogacía del Estado, no lo es menos, si se comprueba, que hubo una filtración de su pronunciamiento a ERC antes de que lo conociera el propio Tribunal Supremo, cuestión que debería ser aclarada en sede parlamentaria tal como reclaman PP y Cs. El escrito de la Abogacía no reviste especial trascendencia procesal, pero constituye una baza política para ERC. Sobre todo, ante la UE como instrumento de los sediciosos para desprestigiar la democracia española.

Si esto es lo que se ha visto aterra pensar lo que puede haber salido de una negociación de la que todavía desconocemos su contenido y que se ha llevado a cabo con una opacidad impropia de quien se presentó como el gran abanderado de la regeneración y de la transparencia; una negociación vergonzante en la que los secesionistas han tenido a Sánchez en posición genuflexa en todo momento.

No todo vale para alcanzar el poder. Y aquí se ha tensado en exceso la cuerda, hasta el punto de que parece haberse puesto en almoneda la soberanía nacional. Esta atrabiliaria investidura va a salir muy cara en términos de deslegitimación del Estado y de pérdida de credibilidad de las instituciones, pues nunca en democracia quien ha aspirado al poder había hecho cesiones tan onerosas a formaciones enemigas de la Constitución, ni las instituciones habían estado tan subordinadas a los designios de un partido político y sometidas a tal desgaste en la necesaria imparcialidad de su actividad.

En este mismo proceso que pretende desmontar el andamiaje que sustenta la Constitución se incardinan las cesiones al PNV para “adecuar las estructuras del Estado” hacia el reconocimiento de País Vasco y Cataluña como naciones. El propio acuerdo de coalición alcanzado con Podemos también emplea una semántica inquietante cuando ambas partes se comprometen expresamente a la actualización del Estado autonómico y a abordar el “conflicto catalán, impulsando la vía política y la negociación” entre Cataluña y el Estado, de lo que ayer se jactó ERC. Sánchez e Iglesias deberán explicar hasta dónde pretenden llegar pues, en su comparecencia para presentar dicho acuerdo, vetaron la presencia de medios de comunicación que pudieran preguntar al respecto. Si existe un grave riesgo de que el gobierno del insomnio que en los próximos días presidirá Sánchez deje graves heridas en el modelo territorial, el problema no es menor en materia económica, donde se ha entregado sin rubor al populismo de Podemos. El acuerdo de coalición contempla fuertes subidas de impuestos, derogar la reforma laboral que tan buenos resultados ha dado en la creación de empleo, subir el salario mínimo e intervenir en los precios del alquiler, al tiempo que se narcotiza a la sociedad con cortoplacistas subidas las pensiones sin reformas que permitan asegurar la viabilidad del sistema. Son medidas lesivas para el crecimiento económico en tanto ahuyentarán la inversión, penalizarán el empleo y traerán inseguridad jurídica e incertidumbre en un contexto delicado para la economía global. Es previsible que este gobierno tenga un horizonte limitado pero desgraciadamente dejará en herencia un pesado lastre, con un secesionismo crecido ante el rédito que obtiene de su desafío al Estado y una economía maltratada por el gasto desenfrenado y la presión fiscal de un populismo insostenible.