Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, logró una nueva proeza. Los agricultores se manifestaron indignados con la política del Gobierno. Y siendo el principal objetivo de las protestas, quien se puso a la cabeza de la manifestación fue el propio Warren. Si eso no es ser un genio, que venga Dios y lo vea. Fingió estar preocupado por los agricultores y señaló a las empresas culpables; sólo a las grandes, siguiendo el viejo camelo, como si las pequeñas no fueran empresas, y como si fuera malo que crecieran. Recurrió al clásico paternalismo antiliberal. Conminó a las empresas a que se arrepintieran por su mala conducta, que hicieran un “examen” y también (otro clásico de la izquierda más siniestra) “autocrítica”. Siempre desde la olímpica superioridad moral, contempló la economía como algo supeditado a lo que el poder cree que está bien o mal. Y sentenció: “Es absolutamente inaceptable que los precios bajen y bajen”.
El comercio, porque sube e incluso a veces porque baja los precios, es un viejo villano para los antiliberales. Le endilgan las culpas y se ofrecen a reparar los daños recortando aún más la libertad, por ejemplo controlando los precios; es decir, empeorando las cosas. Es entrañable que quienes encabecen de modo más enérgico las propuestas de fijar los precios sean los señores de Podemos. Se creen muy progresistas y son réplicas del fascismo, que aconsejó y practicó lo mismo que recomienda ahora, muy serio y en plan estadista, don Pablo Iglesias.
Humareda exculpatoria
Pero ni los comerciantes explotan a los agricultores ni el SMI es sistemáticamente neutro respecto al empleo, como confirmó el ministro Planas en contra de su colega Díaz, que, como editorializó EXPANSIÓN, tiene escasa información sobre la realidad del campo español. La humareda exculpatoria se volverá cada vez más densa, en un vasto proceso centrifugador de responsabilidades. En eso nadie puede rivalizar con la izquierda, que procederá a bombardearnos con un amplio repertorio de consignas para que al final los consumidores temblemos de aprensión al beber agua embotellada, viajar en avión o comprar cosas en Amazon porque tenemos la estúpida idea de que igual es bueno que nos lleguen a casa mañana por la tarde. Y medio ambiente, justicia social, igualdad, machismo, demografía, tecnología, y lo que usted quiera y no, señora, para que no pensemos en el daño que el Gobierno se apresta a infligirnos.
En economía, como en todo, el buenismo socialista viene marcado por una expresión que no se le cae de la boca a Sánchez: todos. Asegura que con sus políticas todos saldremos beneficiados. Gran falsedad: el socialismo jamás beneficia a todos, porque su estrategia se funda en seleccionar damnificados, ocultando a la mayoría de ellos. Y ellas.