De Gregory Peck a Joaquin Phoenix

Los rivales hacen fuertes a las personas, no solo en las victorias sino también en las derrotas. Gregory Peck fue nominado al Oscar cinco veces: en 1945 por Las llaves del reino, y perdió contra Ray Milland en Días sin huella; en 1946 por El despertar, y perdió contra Fredic March en Los mejores años de nuestra vida; en 1947 por La barrera invisible, y perdió contra Ronald Colman en Doble vida; y en 1949 por Almas en la hoguera, y perdió contra Broderick Crawford en El político.

Y cuando en 1962 obtuvo el Oscar al mejor actor por Matar un ruiseñor, lo notable no fue solo su gran papel en esa película sino los actores a los que derrotó: Burt Lancaster en El hombre de Alcatraz; Marcello Mastroianni en Divorcio a la italiana; Jack Lemmon en Días de vino y rosas; y Peter O´Toole en Lawrence de Arabia.

Joaquin Phoenix fue nominado cuatro veces. En 2001 por Gladiator (actor secundario), y perdió contra Benicio del Toro en Traffic; en 2006 por En la cuerda floja, y perdió contra Philip Seymour Hoffman en Capote; y en 2013 por The Master, y perdió contra Daniel Day-Lewis en Lincoln.

Este año 2020 ha ganado finalmente el Oscar por Joker. Sus rivales fueron Antonio Banderas en Dolor y gloria; Adam Driver en Historia de un matrimonio; Jonathan Price en Los dos Papas; y Leonardo DiCaprio en Érase una vez en Hollywood.

Con tantas cosas en común, sus discursos de agradecimiento no pueden ser más distintos. Después de una presentación breve y simpática de Frank Sinatra y Sophia Loren, subió Gregory Peck al estrado y habló durante apenas 40 segundos (https://bit.ly/2UK4te3). Dijo lo que había que decir: gracias. Y le dio tiempo a agradecer a Robert Mulligan, a Harper Lee, al equipo, la prensa y la familia. Y se fue.

El discurso de Joaquin Phoenix duró más que toda la entrega del Oscar a Peck (https://bit.ly/2HciwBj). Habló de su hermano drogadicto, muerto en 1993; de la injusticia, la desigualdad, los indígenas, el género, el medio ambiente, y en especial de los derechos de los animales, identificándolos con los humanos: “Le robamos su cría, le quitamos su leche”, dijo entre aplausos, refiriéndose a una vaca. Con el irritante paternalismo de tantos otros artistas, habló de “usar nuestra voz en nombre de los que no tienen voz”, como si la gente fuera boba, o muda.

Cuando Julia Reichert, codirectora del documental ganador, American Factory, citó a Marx y el Manifiesto Comunista, todos la jalearon entusiasmados. Cuando Renée Zellweger recordó a sus padres inmigrantes, que se habían abierto camino en Estados Unidos, “con solo su fe en el sueño americano”, nadie la interrumpió con aplausos.