Revisando notas, apuntes, mensajes, correos de estos días, tropiezo con un texto de Albert Einstein sobre la crisis como experiencia humana que no puede ser más oportuno. Cito literalmente algunas ideas.

1. “Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo”. Paradoja interesante, podemos pecar por exceso y quedar atrapados en una atmósfera asfixiante, claustrofóbica, donde la crisis se convierte en monotema de nuestras conversaciones y tertulias, o por defecto, silenciarla, minimizarla, predisposición imprudente dada la gravedad y enjundia del desafío planteado. En el término medio está la virtud.

2. “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”. Un antes y un después en la vida de todos, nada será igual, un master acelerado y durísimo en gestión de la incertidumbre, la tormenta perfecta, no podemos enfrentarnos a ella con material viejo, obsoleto. Época de renovación y limpieza, en el ámbito profesional tenemos que aprovechar la oportunidad y desaprender, soltar lastre, liberarse de rutinas innecesarias, e incorporar conductas nuevas que a fuer de repetidas se transforman en hábitos sanos. Un ejemplo. La alternativa online nos ha mostrado que en nuestra agenda y estilo de trabajo tradicional sobraban reuniones estériles, viajes innecesarios, encuentros irrelevantes, escenas cotidianas por donde se desperdiciaba tiempo e inteligencia. Estas semanas han requerido, dada nuestra creciente autonomía y soledad, mayor disciplina personal, mejor administración de nuestra libertad y responsabilidad individuales. Ahora, de vuelta a la “normalidad”, recuperemos el contacto físico, la riqueza del lenguaje corporal, pero no resucitemos costumbres desbordadas por los cambios. Tiempos nuevos, pensamientos nuevos, protegiendo lo eterno.

3. “La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia”. Esta sentencia firme ha quedado dramáticamente expuesta, confirmada. En algunos personajes públicos, los menos, se perciben intereses ocultos, egos voraces, planes inconfesables. Mal asunto, muy turbio y feo. En otros, bien intencionados, se ha evidenciado una preocupante falta de conocimientos, de experiencia, de oficio. El reto era demasiado grande para su talla profesional, y ese gap ha mostrado sus limitaciones. Salir ahí fuera, negociar con proveedores que han olido negocio, comprar, competir en mercados internacionales, tirar de contactos personales, exhibir sensibilidad cultural, capitalizar relaciones de confianza, no son cuestiones o encargos que se puedan improvisar. ¿Resultado? Errores de bulto, irreversibles, que al ser negados desperdician su potencial de aprendizaje. Una pena, mucho talento científico, de gestión, diplomático... infrautilizado.

4. “La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que crece la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado”. Sin invocar un masoquismo enfermo, casi nunca el ser humano alcanza sus cimas mas altas de excelencia, eficiencia y espíritu de servicio en un ambiente de abundancia y comodidad. En sus cálidos brazos nos aburguesamos, nos dormimos, nos ablandamos. Solo por esta razón la rica y opulenta sociedad occidental no olvidará jamás esta prueba. La adversidad, en cambio, o nos tumba y deja KO o saca energías, intuiciones, ideas, iniciativas, pulsiones, que solo necesitaban de un despertador potente. La crisis nos obliga a estirar las neuronas, la imaginación, la voluntad; copiar, repetir, dormir, no son opciones a contemplar.

5. “Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia... Trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”. Es lo que tienen las crisis, nos desnudan a todos, muestran nuestras vergüenzas o nuestras fortalezas. Que actitud elijo frente a las circunstancias que nos han tocado vivir es el dilema personal que nadie puede resolver por nosotros. La crisis, además de probar la arquitectura institucional de un país, la calidad de su Sanidad (chapeau a España), su músculo empresarial, su credibilidad y prestigio internacional, su modelo educativo, su fiabilidad como socio de confianza, etc..., mide nuestra fortaleza mental, nuestra tolerancia al sufrimiento, nuestra fibra moral. A ese respecto, mi particular estadística, nutrida tanto de empresas, grandes y pequeñas, autónomos, profesionales liberales, personas de todo tipo y condición, recoge reacciones, comportamientos, propuestas de mejora, compromisos, detalles humanos, que me invitan a ser optimista, a tener esperanza. De ésta saldremos mejores, más humildes y fuertes.

Sólo espero que, con el transcurso del tiempo, cuando escampe y salga el sol no perdamos la memoria, no olvidemos estos meses, y que cultivemos nuestro espíritu crítico. Sobre él descansa los sistemas de control de los diversos poderes, la fuerza de una democracia robusta, viva, atenta a las miserias y grandezas del ser humano.