Paulita se viste de Zara

Paulita Naródnika, lideresa del populismo vernáculo, acudió al Congreso de los Diputados con un traje de chaqueta de Zara. Fue criticada por su incoherencia, como cuando se compró un chalé en Galapagar.

Sospecho, sin embargo, que estamos ante una doble confusión. Por un lado, no es contradictorio que los jefes populistas, comunistas o socialistas vivan en la abundancia. Y, por otro, sospecho que Paulita se vistió de Zara adrede. La sobriedad no caracteriza a los líderes de la izquierda –por eso llama la atención el expresidente uruguayo, José Mujica–. Tampoco su origen proletario: casi todos han sido señoritos de buena educación, desde Mao Zedong a Fidel Castro, de Pol Pot hasta el Ché Guevara, y desde Lenin a Enver Hoxha. Pensar que los dirigentes anticapitalistas deben vivir pobremente es confundirlos con monjes. Y si hay alguien que difiera de la Madre Teresa de Calcuta es Paulita Naródnika.

Cuando les exigimos austeridad personal a los izquierdistas estamos siguiéndoles el juego, dando por sentado que es cierto lo que ellos dicen que son: amigos de los pobres. Acto seguido, sostenemos que no pueden serlo si viven en palacios. El error es patente: la hostilidad de la izquierda hacia los pobres no queda demostrada por el lujoso tren de vida de los jerarcas socialistas, comunistas y populistas, sino por sus teorías y políticas antiliberales, que siempre dañan a las trabajadoras, arrebatándoles su libertad, sus bienes, su empleo e, incluso, su vida, como lo prueba el sanguinario historial del comunismo. Eso es lo que importa, esa es la incoherencia de la izquierda, y no los manjares que devoran los gerifaltes progresistas en sus opulentos salones.

Las condiciones concretas del caso de Paulita exigen adaptar este análisis, no descartarlo. Los listos de Podemos montaron una gran campaña contra Amancio Ortega y perdieron un torrente de votos de las trabajadoras. Por eso Paulita se apresuró a pactar con Warren Sánchez, y a lanzar un discurso de tintes fascistas sobre el “patriotismo”, identificándolo con el Estado. Totalitarismo de manual, dirá usted. Pues claro, pero también incompatible con la demonización de Ortega, y por eso han dejado de hacerlo. Pueden hablar contra “los que más tienen”, pueden homenajear a los comunistas por su papel en la Transición, pero ya no cantan las alabanzas de la tiranía chavista ni personalizan su anticapitalismo en Ortega. Son enemigos de la libertad de las mujeres, sin duda, pero no son imbéciles.

¿Cuál era la mejor manera de indicar que en Podemos ya no son carnívoros, sólo vegetarianos, y que su lideresa quiere ser Tsipras y no Varoufakis? Pues poniéndose Paulita un vestido de Zara, y, en el sitio más fotografiado y filmado de España, simular que la han sorprendido en una incoherencia.