Otra vez, Bad Godesberg

El 15 de noviembre de 1959, en Bad Godesberg, los socialistas alemanes ratificaron un manifiesto que dejaba atrás el marxismo y aceptaba tanto la propiedad privada como “los valores fundamentales del socialismo”. La idea fue plasmada en una brillante consigna: “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. Una y otra vez los socialistas de todos los partidos han vuelto a estas difusas nociones, sobre todo cuando no están en el poder, o cuando temen perderlo.

El inconsistente planteamiento de Bad Godesberg puede rastrearse desde Mill hasta Rawls, y constituyó además un fundamento del principio de subsidiariedad, clave para la Doctrina Social de la Iglesia. Su mayor dificultad estriba en que no responde a la primera cuestión política; a saber, los límites del poder, o la diferencia entre persuadir y ordenar, como habían planteado Milton y Locke en el siglo XVII.

Políticamente, en cambio, su atractivo es evidente, como lo prueban las muchas variantes de la Tercera Vía o el centro político, algunas de las cuales fueron aprovechadas con gran éxito por los populistas, como el peronismo, para situarse entre el capitalismo y el socialismo, “tomando lo mejor de ambos mundos”. Para que este flan analítico no quede expuesto en sus debilidades, lo mejor es el ataque, y suele desarrollarse en las siguientes líneas.

Condena a la alternativa liberal

Primero, la condena a la alternativa liberal, que ya vimos en la última crisis, y estamos viendo ahora. Florecen proclamas sentenciando que Adam Smith, esta vez sí, seguro que sí, está muerto. Para ello, se sacan a pasear los fantasmas que sea menester, para que creamos que el Estado ha sido desmantelado, privatizado y desregulado, y por eso pasa lo que pasa.

Antes de que usted proteste porque, si eso fuera verdad, lo habría notado en sus impuestos, arremeten con una segunda línea: ellos son la moderación, y sus adversarios, el extremismo. La forma de probar su moderación es que todo el mundo en las crisis hace lo mismo: expande el Estado. Por tanto, el mundo ha cambiado y el liberalismo ya no sirve ni a los políticos de derecha, ni a los empresarios, como si en ambos ámbitos hubiera prevalecido sistemáticamente.

Por fin, en su impostada moderación nos recomiendan superar la dicotomía Estado-mercado; es decir, aumentar el primero a expensas del segundo para arreglar nuestros males, desde la pandemia hasta el paro. Los más serios apostarán, como siempre, por el liberalismo micro, la reforma laboral, la “colaboración público-privada” y la sostenibilidad de las finanzas públicas.

Y antes de que usted se de cuenta, señora, seguirá perdiendo libertades. Porque ese es realmente el lema de Bad Godesberg: la coacción es necesaria, y la libertad, apenas posible.