Los bancos deben conservar capital

Tras la crisis financiera de 2008, los reguladores globales exigieron a los bancos aumentar sus colchones prudenciales de capital de alta calidad y liquidez. Eso reforzó significativamente la resiliencia del sistema financiero. Muchos analistas citan ahora esos colchones como un bastión frente a los efectos adversos de la pandemia del Covid-19.

Pero mientras nos preparamos para vivir una profunda recesión en 2020, y sólo una recuperación parcial en 2021, esta resiliencia se pondrá a prueba. Será esencial contar con posiciones de capital y liquidez sólidas para dar crédito nuevo.

Uno de los pasos necesarios para reforzar los colchones de los bancos es retener los beneficios de las operaciones en curso. Estos no son pequeños. Personal del FMI calcula que los 30 bancos globales con importancia sistémica distribuyeron unos 250.000 millones de dólares (230.000 millones de euros) en dividendos y recompras de acciones el año pasado.

Este año deberían retener las ganancias para añadir capital al sistema. Esto tiene sin lugar a dudas implicaciones desagradables para los accionistas, incluidos los inversores minoristas y los pequeños inversores institucionales, para quienes los dividendos bancarios pueden suponer una importante fuente de ingresos regulares. No obstante frente a la abrupta contracción económica, existen sólidos argumentos para seguir reforzando la base de capital de la banca. Éstas son las razones.

La construcción de colchones de capital más fuertes se ajusta a las diversas medidas tomadas para estabilizar la economía. Los gobiernos están aplicando medidas fiscales por valor de billones de dólares, entre ellas ofrecer financiación para garantizar que fluya el crédito bancario. Los bancos centrales han innovado y han ofrecido liquidez extraordinaria a un amplio abanico de mercados. Los supervisores bancarios han flexibilizado al máximo sus posturas animando a los bancos a reestructurar la devolución de los préstamos, relajando los requisitos regulatorios, y permitiendo a las entidades reducir sus colchones de forma temporal.

Los intereses de los accionistas bancarios se alinean con los de los supervisores y los clientes. Todas las partes implicadas se beneficiarán en última instancia si los bancos conservan capital en lugar de pagar a los accionistas durante la pandemia. Proteger la fortaleza del sector bancario ahora implica que, una vez que empiece la recuperación, los accionistas puedan esperar grandes pagos –de hecho, cuantos más beneficios se retengan ahora, mayor será la retribución eventual–.

La necesidad de conservar capital es algo que ya se reconoce, y que tiene que hacerse de forma más generalizada. En algunos países, los bancos han decidido por voluntad propia suspender el pago de dividendos y las recompras de acciones. En otros, los supervisores han tenido que presionar. En marzo, el Banco de Inglaterra pidió a las entidades que descartasen los planes para pagar dividendos y bonus en efectivo a los ejecutivos, indicando que estaba dispuesto a hacer uso de sus poderes de supervisión si alguna se negaba. Finalmente, todos los bancos cedieron. En Brasil los supervisores han tenido que hacer uso de su autoridad para suspender los pagos de forma colectiva.

Las decisiones colectivas son vitales. Los bancos que actúen por su propia cuenta podrían ser penalizados por los inversores que no entiendan la necesidad de restringir los pagos. Todos los bancos deberían estar cubiertos –ya sean públicos o privados, comerciales o de inversión–. Pero ningún banco puede hacerlo solo, y si no existe una voluntad colectiva en la banca, deberían ser los supervisores los que tomen la decisión.

Hoy, los supervisores de muchos países utilizan los test de estrés para determinar si deben restringirse los pagos –y en cuánto–. Liderados por el FMI hace más de 20 años, estas pruebas cuantifican el capital adicional necesario para mantener la resistencia de los bancos frente a una crisis, y nos sirven de guía en la actualidad para atravesar territorio desconocido.

Es hora de actualizar estos test para tener en cuenta la mayor probabilidad de que surjan escenarios económicos más adversos a causa de la pandemia. Para garantizar la coherencia global, la coordinación internacional es clave. El FMI y el Consejo de Estabilidad Financiera pueden ayudar a conseguirlo.

La última crisis global sigue presente en la memoria. El sector público hace todo cuanto está en sus manos para prevenir otra crisis bancaria. A los accionistas les interesa, y tienen la obligación, de hacer lo mismo.