TIROS LIBRES

El hambre, un enemigo oculto

Estos últimos meses hemos visto cómo muchos países en el mundo se volcaban en la lucha contra una pandemia que ha hecho temblar a sus sistemas sanitarios. El objetivo era frenar la expansión del virus lo antes posible y reducir el índice de mortalidad por el Covid-19, que a día de hoy ya supera las 450.000 muertes en todo el mundo. Gracias al esfuerzo coordinado de todos y, por supuesto, a la labor incansable de los profesionales en la primera línea (sanitarios, personal de servicios básicos, etc.) parece que poco a poco las cifras disminuyen, la curva se allana, el virus parece estar bajo control y vamos recuperando cierto nivel de actividad que tanto anhelábamos. No obstante, también es el momento de ir asimilando los efectos y las consecuencias a medio y largo plazo de esta pandemia.

El pasado 9 de junio, Naciones Unidas publicaba un informe alertando de una inminente emergencia alimentaria que nos golpeará con fuerza a nivel mundial. Para que nos hagamos una idea, eso significa que millones de personas de todo el mundo no podrán satisfacer sus necesidades más básicas de supervivencia y verán seriamente amenazadas sus vidas. Y esto no es algo que se divise en un horizonte lejano, sino que se estima que 270 millones de personas podrían terminar este mismo año en una situación de hambre aguda; es decir, sin la posibilidad de cubrir una necesidad vital, un derecho humano, como es la alimentación. Esta cifra representa el doble de las personas que tenían ese problema antes de la pandemia… Realmente aterrador.

Pero, ¿de dónde deriva esta situación? Las medidas de mitigación adoptadas por los distintos países y la desaceleración económica a nivel mundial supone una amenaza al funcionamiento del sistema alimentario. Lógicamente esto afectará a los regiones y a los colectivos más vulnerables, pero puede también suponer un riesgo para otras zonas en las que actualmente el suministro de alimentos no es un problema. Según las estimaciones de la ONU, la producción económica mundial se va a reducir en 8.500 millones de dólares en los próximos dos años y 49 millones de personas caerán en un nivel de pobreza extrema. La mitad de esas personas reside en África subsahariana.

Una amenaza para la infancia

En muchas ocasiones hemos oído que el coronavirus nos equipara ya que no hace distinción por territorio o poder adquisitivo. No obstante, la realidad es muy diferente y solo hay que mirar las consecuencias que está teniendo en la población más vulnerable y en los países más pobres. El confinamiento ha dejado a muchas familias sin trabajo y, por tanto, sin los ingresos necesarios para poder cubrir sus necesidades más básicas. El acceso a la alimentación se convierte en un verdadero quebradero de cabeza y muchas personas han tenido que recurrir a los servicios sociales. Y si hablamos de países en vías de desarrollo, la realidad es aún peor.

En este sentido, preocupa enormemente el impacto que va a tener la pandemia en la seguridad nutricional de los niños. Su efecto podría ser devastador, ya que las opciones alimentarias de los más pequeños se vuelven cada vez más limitadas y la calidad de sus dietas se deteriora. Más de la mitad de los niños que sufren desnutrición viven en países afectados por crisis alimentarias. Además de esto, se espera un aumento de la desnutrición al tiempo que las medidas de bloqueo interrumpen las cadenas de suministro de alimentos y los mercados locales de suministro.

En países con bajos y medianos ingresos, dos de cada tres niños no reciben la dieta mínima variada que necesitan para sobrevivir, crecer, aprender y desarrollar su máximo potencial. Casi 370 millones de niños en 143 países que normalmente dependen de las comidas escolares para una fuente confiable de nutrición diaria ahora deben buscar otros recursos. Tenemos que pensar que para muchos menores la comida que reciben en la escuela es la única a la que acceden en todo el día. Sin ella pasan hambre, corren el riesgo de caer enfermos, de abandonar la escuela y de perder así su mejor opción para escapar de la pobreza, tanto por la falta de educación como de alimentación.

Esta realidad contrasta también con el aumento del sobrepeso y la obesidad en casi todos los países del mundo, y que la situación de confinamiento y falta de recursos ha podido agravar. Hoy, 40 millones de niños menores de 5 años tienen sobrepeso, mientras que la proporción de niños, niñas y adolescentes de 5 a 19 años con sobrepeso casi se ha duplicado en los últimos 15 años. El exceso de peso supone una barrera importante para los más jóvenes a la hora de desarrollarse plenamente y alcanzar su máximo potencial. Además, comporta riesgos en su estado de salud, su socialización y su bienestar emocional.

Actuar ahora

A medida que la pandemia del Covid-19 y su impacto socioeconómico amenaza con un marcado aumento de la malnutrición a nivel mundial, se evidencia la necesidad de actuar para revertir la situación y asegurar el futuro de millones de niños en el mundo. Como Global Champion para la Nutrición y el Fin de la Obesidad Infantil de Unicef, quiero aprovechar estas líneas para reivindicar la importancia de establecer una estrategia global que aborde las desigualdades en los sistemas alimentarios y de salud, asegurando que los niños más vulnerables tengan acceso a dietas seguras y a una nutrición esencial.

Necesitamos articular una respuesta global a la pandemia del Covid-19 para luchar juntos contra este enemigo oculto. La nutrición adecuada es una estrategia de defensa esencial para proteger a los niños contra el impacto directo y colateral de las epidemias, salvar vidas, garantizar un buen crecimiento y crear un futuro sostenible.

Para evitar una crisis nutricional aún más importante y proteger a los niños de los peores impactos de la pandemia, debemos actuar ahora asegurando su acceso a alimentos nutritivos, protegiendo los servicios de nutrición esenciales y garantizando la detección y el tratamiento temprano de la desnutrición severa en niños. Proteger a la infancia de las consecuencias de esta pandemia debe convertirse en un punto esencial en la agenda mundial.

Unicef sigue liderando iniciativas para proteger a niños en más de 190 países y territorios. Su papel para afrontar esta crisis es vital. Juntamente con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y los gobiernos regionales, ya está en 68 países proporcionando a los niños raciones para llevar, cupones o transferencias en efectivo como alternativa a las comidas que realizaban en la escuela. Os animo a colaborar en esta causa que también es de todos a través de la página web unicef.es/hazte-socio-hambruna. Porque juntos podemos luchar contra este enemigo oculto: el hambre.