Una UE dividida deja en el aire hasta julio el futuro del plan de recuperación

SIN AVANCES/ La cumbre virtual de líderes europeos concluyó ayer sin avances en el diseño del proyecto de reconstrucción. El tamaño del fondo, la proporción entre subvenciones y créditos y la condicionalidad de las ayudas, son los principales escollos.

No se esperaba un acuerdo y no lo hubo. Tampoco se registraron avances, pero al menos no hubo posturas radicales que pudieran dinamitar el plan de salvamento. Los líderes de la UE concluyeron la cumbre telemática de ayer, más breve de lo habitual, tan equidistantes como siempre y con el futuro del fondo de recuperación y del presupuesto comunitario en el aire. El encuentro virtual sirvió, esencialmente, para fijar posiciones, tantear a los socios y emplazarse a una nueva cumbre, esta vez presencial si el coronavirus lo permite, a mediados de julio para intentar llegar entonces a un acuerdo. “Tenemos la intención de celebrar una cumbre física a mediados de julio y tengo la intención de presentar una propuesta antes de esta reunión”, afirmó al término del encuentro el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, que describió la situación con una de cal y otra de arena: “Observamos un consenso emergente en diferentes puntos, lo que es muy positivo”, afirmó para a renglón seguido advertir de que no se deben “subestimar las dificultades”. Michel rebajó el rango de la reunión virtual de ayer a mero encuentro exploratorio, ya que es a partir de ahora cuando “pasamos a la siguiente fase: las negociaciones”.

Sobre la mesa, la propuesta de la Comisión Europea: un fondo de recuperación dotado con 750.000 millones de euros, de los que 500.000 se distribuirían como ayudas a fondo perdido y los 250.000 millones restantes en créditos. Un proyecto en el que España e Italia, dos de los países europeos más golpeados por el Covid-19, serían los principales beneficiarios con acceso a 140.000 y 172.000 millones en ayudas, respectivamente. Todo ello en el marco de un presupuesto comunitario para el periodo 2021-2027 reforzado hasta los 1,1 billones de euros frente a los 0,95 billones del marco financiero anterior y que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, quiere convertir en la punta de lanza de su Plan Marshall.

Este es el punto de partida de un proceso negociador que se preludia intenso y tortuoso ante la enorme brecha que existe entre las posiciones de los países del sur y del norte, donde los miembros del llamado club de los frugales (Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia) son reacios a los subsidios, firmes defensores de que cada uno pague la deuda contraída y que auguran una “larga negociación”.

Los principales escollos de la negociación son el tamaño del fondo de recuperación, que los halcones del norte quieren reducir; su duración, que aún está por definir pero que los frugales quieren acotar; cómo se reparten esos recursos entre los países, o la proporción entre transferencias y préstamos, un pulso éste que la canciller alemana, Angela Merkel, resumió ayer en una sola frase: “Algunos quisieran que se otorgaran solo créditos y no ayudas a fondo perdido; otros preferían menos créditos y más ayudas”, en clara alusión en este caso a países como España, Italia, Portugal o Grecia. Otra gran piedra en el camino hacia el acuerdo es la condicionalidad de las ayudas, que los Estados frugales quieren endurecer y supeditar a reformas estructurales. Precisamente, es una de las bazas negociadoras que guardan los países proclives al plan, junto a la posibilidad de mantener los descuentos en las aportaciones que los países más ricos hacen al presupuesto comunitario y que Bruselas pretendía suprimir gradualmente coincidiendo con la marcha de Reino Unido del club comunitario. Son dos argumentos con los que la Comisión y los países que ven con buenos ojos el plan de Von der Leyen (Alemania, Francia, España, Italia...) quieren ablandar la correosa postura de los socios del norte. Como advirtió ayer Merkel, “los puentes que tenemos que construir todavía son grandes”.

A corto plazo, el principal desafío es convencer a los socios reticentes de la urgencia de poner en marcha el plan de salvamento. Para España es casi una cuestión de vida o muerte económica. “Cuanto más tiempo perdamos, más profunda será la recesión”, advirtió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que reforzó su mensaje, como ya ha hecho otras veces, enfatizando que lo que está “en juego aquí es el futuro del proyecto europeo. Sin un acuerdo, todos perderemos” (ver información en página 22).

Quizás por ello es una urgencia que comparte la propia canciller alemana, consciente de que hay que actuar pronto para evitar que la devastación económica que ha provocado el coronavirus reduzca a escombros el mercado único, vital para la reactivación de la propia Alemania. “Está claro que necesitamos un acuerdo rápido”, afirmó Merkel sumándose a las advertencias de la presidenta del BCE, Christine Lagarde, quien “nos ha recordado que estamos ante la crisis económica más grande de la historia de la UE y hay que actuar pronto”, añadió la mandataria germana. Lagarde alertó de que lo peor para el club comunitario “está por llegar”, con una tasa de paro que podría alcanzar el doble dígito en la zona euro (ver información en página 24).

Los halcones del norte no parecen compartir esta premura. El primer ministro holandés, Mark Rutte, el hueso más duro de roer en el círculo de los frugales, dudó abiertamente de la posibilidad de que se selle un acuerdo este verano, retraso al que restó importancia. “No estoy seguro de que vayamos a alcanzar un acuerdo antes del receso de verano. Darse prisa podría ayudar, pero en este debate, (pactar) el contenido es fundamental.... Tampoco creo que sea devastador si no hay un acuerdo a mediados de julio”, afirmó Rutte, quien dejó claro que el fondo de recuperación, si se aprueba, tendrá una clara condicionalidad: los países que acudan a él deberán sanear sus economías para “no tener que volver a usarlo (el fondo) en caso de una crisis futura”. Al nítido mensaje de Holanda se unió el de Austria, que también vaticina una “larga negociación” y que ayer rechazó la mutualización del riesgo. “Tenemos una responsabilidad hacia nuestros contribuyentes y, por eso, rechazamos que se cree por la puerta de atrás una unión de deuda”, afirmó el canciller federal austriaco, Sebastian Kurz.

Merkel, cuyo país asume la presidencia de turno de la UE el próximo 1 de julio, tiene mucho trabajo por delante.